Pongo los morrones en agua hirviendo por un minuto, como dice la pelotuda de Maru Botana en su pagina de internet revistamaru, que fue la primera que salió cuando quise saber como hacer morrones rellenos. Al lado del título (que es "Maru") está la foto de ella, sonriendo como si le pagaran por diente. Me dan algo de ganas de clavarle un chuchillo Tramontina en la concha cuando la veo, pero eso está mal, porque es mujer. Si fuese el Gato Dumas (y dudo si poner gato con mayúscula o no) y alguien le clavara un cuchillo en la pija no pasa nada, porque es hombre, y por consecuente machista, y se lo merece. Pero Manu es madre, y siempre está de buen humor, y es madre, y me está explicando como hacer morrones rellenos, con su sonrisa hasta las muelas. Así que dejo ese pensamiento de lado y directamente bajo la página hasta que desaparezca su cara antes de que pierda el apetito. Maru dice: un minuto en agua hirviendo. Ni más ni menos. Así que le hago caso. Los dejo, mientras pico cebolla, queso y la tapa de los morrones que acabo de cortar. Después voy a ponerle la carne picada y voy a ignorar la salsa blanca, porque sí.
Los morrones están listos. Apago la hornalla y busco plata para comprar un vino (¿Qué clase de vino va bien con los morrones rellenos? Un litro). Apago la bomba del baño, que dejé prendida accidentalmente, porque al flaco homosexual de abajo le retumba en todo el cuarto, y no lo digo discriminatoriamente, el tipo es en verdad flaco. Así que la apago y pienso en la última vez que la prendí. ¿Qué fueron? ¿Tres horas? ¿Cuatro horas? Pobre tipo. Me cae bien.
Bajo las escaleras. La gente tiene sus bolsas de basura afuera. Llámenme paranoico pero no entiendo como alguien puede dejar su basura afuera. Cualquier persona que haya visto una serie o una película policial en los últimos sesenta años sabe que la basura contiene la mayor información sobre una persona. Aunque supongo que ahora con Facebook la basura que verdaderamente vale está en otro lado. De cuaquier manera, prefiero mantenerme alejado de las redes sociales y mantener la basura adentro hasta el momento que la tire en el contenedor, donde es tierra de nadie. Si me entero que la vecina del 201 está haciendo dieta puedo decir con toda seguridad que la gorda puta se comió una pizza ella sola ayer. Y si eso sirviera para encarcelarla, bien, capaz que no tengo que dejar el edificio cuando el alquiler se venza, aunque capaz que debería alejarme lo más posible de la dueña de la casa, cuyo parquet estoy haciendo mierda cada vez que no seco lo que se me cae.
Sigo bajando las escaleras y salgo, con dos bolsas de basura en la mano para tirar en el contenedor de enfrente, pero hay una persona buscando entre la basura así que sigo hasta el próximo. Nunca sé qué hacer en esta situación. En parte pienso que soy como un mozo en un espeto corrido que llega con un nuevo plato. Por otra parte sé que si hay algo de comida en las bolsas que tiro, ninguna persona debería comerlo. Cuando tiro algo es porque se está pudriendo hace semanas en la heladera. No es como si cuando lo tire en otro lado no venga otro a recogerlo, simplemente no quiero darle a nadie algo podrido prácticamente en las manos. No quiero ponerle mi cara a la indigestión de nadie. Entonces sigo caminando y lo tiro en el siguiente.
Camino hasta el almacén que está a una cuadra, y veo que la señora que atiende (y atendió recién a otra persona) se está alejando para ver su novela de mierda, Avenida Brasil o Bulevar España o lo que sea. Entonces le grito en vez de tocar timbre. Se da vuelta y me ve. Me dice:
- ¿Con cuánto pagas?
Le digo:
- Con cien.
Empieza a buscar en la caja. Le digo:
- Pero ni siquiera te dije qué quiero.
Me dice:
- Ya sé lo qué querés - y se estira para agarrar un Santa Teresa Tannat.
No juzga. Sólo se estira y lo agarra. El Tannat se cae de sus manos, porque cuando puso la estantería se olvidó que mide un metro con cincuenta, y está a punto de tirar un florero lleno de agua. Le doy la plata y ella me da mi vino y mi vuelto, haciéndome sentir como un alcohólico horrible porque sabe lo que voy a comprar de antemano. Pero no juzga. Porque no me conoce. Y por más cosas que odie de esta raza de subnormales que somos, hay cosas que admiro, y la indiferencia y la apatía son un par. Nada de "deberías no tomar tanto vino". No. "Mientras sigas dándome plata me chupa un huevo lo que pase con tu hígado". Y yo pienso: "Si todo el mundo fuese así no existirían las guerras".
CuandoLosPerrosExplotan
martes, 8 de abril de 2014
Figuritas: Introducción
Sucedió como estas cosas suelen suceder: por un impulso, sin previo aviso, y esta vez, como algunas otras, sin un estímulo directo, si no más bien por una tangente seguida por una sucesión de pensamientos inconscientes en espiral hacia un centro, donde emerge un único pensamiento, fuerte y decidido. Un espiral, que no sólo va hacia el centro, si no que también va hacia abajo.
Para empezar por el principio voy a decir que en mi trabajo hace dos semanas que se mandaron imprimir cien copias de un fixture del mundial. En el fixture, en la tapa, obviamente está el logotipo de la empresa, ya que fue hecho para los clientes que pasan todos los días. Algunos de los fixtures están puestos en el mostrador, junto con un fajo de folletos que muestra los análisis químicos y microbiológicos que hacemos, y otro fajo de folletos que explican los análisis eléctricos que se están haciendo desde fines del año pasado. En el mostrador sólo hay algunos pocos de los fixtures, para evitar que alguién se lleve de a veinte para repartir entre sus amigos y conocidos. Esto deja cerca de setenta todavía en un paquete y diez que se pueden ver desperdigados en mesas y escritorios por todo el lugar. Uno de los cuales encontré mientras trabajaba en una computadora. Esa fue la tangente del círculo en cuyo espiral me deslicé en menos de un segundo.
"¡Voy a comprarme el album del mundial y llenarlo!". La sucesión de pensamiento siendo, supongo: mundial de fútbol - debe haber un album - me gustaba coleccionar figuritas y llenar un album - ya estás grande - ¿dice quién? - touché - ¡voy a comprarme el album del mundial y llenarlo!
Ignorando las repercusiones que esto podía tener en mi vida adulta me decidí a hacerlo. Pero la primera traba no demoró en llegar. ¿Con quién voy a cambiar las figuritas que tenga repetidas? Entonces le mandé un mensaje a Pablito. Le dije: mirá, voy a hacer tal y cual cosa, me parece que vos deberías hacerlas también así después podemos cambiar figuritas. "Es medio paja", me contestó. Le expliqué que no tenía sentido. Nada tenía sentido en el mundo adulto. Todos anhelan volver a ser niños, sin preocupaciones, sin trabajos, y se olvidan que algunas cosas que hacían cuando eran niños pueden seguir haciéndolas, ¡incluso con las ventajas de ser un adulto!, cosa que no teníamos cuando eramos niños. Ahora la mayoría de los adultos no miran dibujos animados porque son para niños. Justo ahora que no tenemos porque irnos a dormir si no queremos y podemos mirarlos hasta que se nos caiga el orto. No coleccionamos figuritas, aunque tenemos sueldos y podemos comprarnos diez veces más figuritas. Que por cierto entiendo que le saca parte de lo mágico que tiene eso de tener determinada plata por semana para comprar figuritas y, exepto por lo más malcriados, esto hacía que todos los niños tuvieran más o menos la misma cantidad de figuritas. La cantidad de figuritas dependía de si tenías una figurita repetida y codiciada, que valía dos o tres figuritas no tan codiciadas. Hasta donde entiendo, el cambio de figuritas nos preparó para dos cosas importantes de la vida adulta: la primera siendo la destreza en negociar, y la segunda siendo la capacidad de mentir y actuar. Mucho antes de aprender a jugar al poker teníamos la cara de poker de cuando alguien tenía una figurita que necesitabamos ferventemente. "No sé... Federico la tiene y pide sólo dos a cambio". Mentira, Federico no tiene una mierda, pero es la cara de piedra lo que hacía que Matías no fuera con Federico a corroborar esa información.
Empecé a pensar en los viejos álbumes. Los viejos viejos. El álbum de Los Simpsons que venía con lentes 3D truchísimos para ver esos dibujos rojos y azules truchísimos. El álbum de Alf, con esas caricaturas espantosas (¿Te acuerdas de Alf? ¡Volvió! ¡En forma de fichas!). Monsters in my pocket. Las Figuritas Basurita. ¡Las Rock Cards! (Las primeras, antes que hubieran cosas como Fito Paez). Figuritas que se pegaban con cascola. ¡Cascola! ¡Eso sí que era Rock n' Roll!
Enseguida me invadió un sentimiento nostálgico que hizo que me levantara de un salto de la silla y me tomara la media hora de descanso para ir a comprar el álbum y cinco sobres de figuritas. Cinco sobres de una. Nunca me compré cinco sobres de una. Eso es una cosa de adulto.
Caminé dos cuadras hasta Millán bajo una lluvia fuerte (un detalle) con música épica de fondo (un invento) y me compré todo: el álbum y los cinco sobres. La mujer me atendió y le dije: "Dame el ábum del mundial y... cinco sobres". Se agachó a buscar un álbum. "Son para mi sobrino..." empecé a decir. "Andá a cagar, son para mí", y le di la plata. Me fui con mi álbum y mis sobres protegidos de la lluvia como si fuese un Mogwai, tentado a abrirlo en el camino. Tentado a olerlo, porque tengo ese fetiche con los libros, revistas y cuadernos (y ahora álbumes) nuevos.
Llegué de nuevo al trabajo. La mujer que estaba en el mostrador lo vió y me preguntó qué era. Le mostré, esta vez orgulloso. "Es el álbum del mundial", le dije, disimulando mi emoción, con cara de "yo que sé... sale cuarenta pesos".
- ¡Me encantan las figuritas! - dijo. No me sorprendí. Si alguien me podía decir eso era ella.
- ¿Ese es el álbum del mundial? Yo quiero comprarlo - dijo la otra administrativa desde el fondo.
- Compralo. Podemos cambiar figuritas después - le contesté yo.
Me dijo "sí". Pensé que capáz que había subestimado a mucha gente. Por otra parte entendí que las personas con hijos o nietos vieron renacer su amor a las figuritas a través de ellos, al igual que con los dibujos animados y pintar y todas esas cosas. Entendí que los adultos son adultos hasta que tienen que interactuar con niños, aunque después vuelvan a ser adultos. Y entendí también por qué a la gente le gustan los niños, por más que yo no les tenga mucha estima a la gran mayoría de ellos. Pensé que si el espíritu infantil no fuese tan reprimido podríamos precindir de los niños de una vez por todas y esta raza podría extinguirse tranquilamente con sus adultos mirando Tom y Jerry hasta el fin de los tiempos, y, más allá de lo que acababa de conseguir, este pensamiento fue el pico alto de mi día.
Llegué a casa y abrí los sobres. ¿Las figuritas eran más grandes antes o es que yo era más chico? O sea, sin contar las Rock Cards. Esas hijas de puta eran grandotas y de cartón. Te podían sacar un ojo si te la tiraban con suficiente puntería y odio. Lo que hacía perder un ojo por Axl Rose la forma más humillante de perder un ojo. Elijo pijaso a la cara cualquier día de la semana. Pero, ya sea por mis sobredesarrolladas manos o por la inflación, las figuritas parecían diminutas entre mis dedos. No le di bola. Las abrí y las trabajé cuidadosamente. Primero uniendo los estadios. Después junté las figuritas por equipo. Sólo después de hacer esto me di cuenta de que era un hombre adulto pegando figuritas. Cuando las fui a pegar fui por orden de páginas. Seguro que no era tan meticuloso de niño. Separé las láminas del papel y tardé unos segundos con cada una para que no quedara desfasada de su marco, cosa con la que iba siendo cada año más perfeccionista. Las figuritas de Alf y de Los Simpsons estaban pegadas como el reverendo ojete.
Mientras terminaba de pegarlas pensaba en que seguro que ni siquiera había una lista con los números para ir tachando las que ya tenías, cagándome, sin ni siquiera fijarme, en las nuevas generaciones. Cuando terminé de pegar todas me fijé y sí había una lista de números. Lejos de disculparme con el álbum me limité a pensar "bien" con un tono condescendiente, "Al fin hace algo bien esta generación de mierda", como si los álbumes fuesen hechos por niños.
Para empezar por el principio voy a decir que en mi trabajo hace dos semanas que se mandaron imprimir cien copias de un fixture del mundial. En el fixture, en la tapa, obviamente está el logotipo de la empresa, ya que fue hecho para los clientes que pasan todos los días. Algunos de los fixtures están puestos en el mostrador, junto con un fajo de folletos que muestra los análisis químicos y microbiológicos que hacemos, y otro fajo de folletos que explican los análisis eléctricos que se están haciendo desde fines del año pasado. En el mostrador sólo hay algunos pocos de los fixtures, para evitar que alguién se lleve de a veinte para repartir entre sus amigos y conocidos. Esto deja cerca de setenta todavía en un paquete y diez que se pueden ver desperdigados en mesas y escritorios por todo el lugar. Uno de los cuales encontré mientras trabajaba en una computadora. Esa fue la tangente del círculo en cuyo espiral me deslicé en menos de un segundo.
"¡Voy a comprarme el album del mundial y llenarlo!". La sucesión de pensamiento siendo, supongo: mundial de fútbol - debe haber un album - me gustaba coleccionar figuritas y llenar un album - ya estás grande - ¿dice quién? - touché - ¡voy a comprarme el album del mundial y llenarlo!
Ignorando las repercusiones que esto podía tener en mi vida adulta me decidí a hacerlo. Pero la primera traba no demoró en llegar. ¿Con quién voy a cambiar las figuritas que tenga repetidas? Entonces le mandé un mensaje a Pablito. Le dije: mirá, voy a hacer tal y cual cosa, me parece que vos deberías hacerlas también así después podemos cambiar figuritas. "Es medio paja", me contestó. Le expliqué que no tenía sentido. Nada tenía sentido en el mundo adulto. Todos anhelan volver a ser niños, sin preocupaciones, sin trabajos, y se olvidan que algunas cosas que hacían cuando eran niños pueden seguir haciéndolas, ¡incluso con las ventajas de ser un adulto!, cosa que no teníamos cuando eramos niños. Ahora la mayoría de los adultos no miran dibujos animados porque son para niños. Justo ahora que no tenemos porque irnos a dormir si no queremos y podemos mirarlos hasta que se nos caiga el orto. No coleccionamos figuritas, aunque tenemos sueldos y podemos comprarnos diez veces más figuritas. Que por cierto entiendo que le saca parte de lo mágico que tiene eso de tener determinada plata por semana para comprar figuritas y, exepto por lo más malcriados, esto hacía que todos los niños tuvieran más o menos la misma cantidad de figuritas. La cantidad de figuritas dependía de si tenías una figurita repetida y codiciada, que valía dos o tres figuritas no tan codiciadas. Hasta donde entiendo, el cambio de figuritas nos preparó para dos cosas importantes de la vida adulta: la primera siendo la destreza en negociar, y la segunda siendo la capacidad de mentir y actuar. Mucho antes de aprender a jugar al poker teníamos la cara de poker de cuando alguien tenía una figurita que necesitabamos ferventemente. "No sé... Federico la tiene y pide sólo dos a cambio". Mentira, Federico no tiene una mierda, pero es la cara de piedra lo que hacía que Matías no fuera con Federico a corroborar esa información.
Empecé a pensar en los viejos álbumes. Los viejos viejos. El álbum de Los Simpsons que venía con lentes 3D truchísimos para ver esos dibujos rojos y azules truchísimos. El álbum de Alf, con esas caricaturas espantosas (¿Te acuerdas de Alf? ¡Volvió! ¡En forma de fichas!). Monsters in my pocket. Las Figuritas Basurita. ¡Las Rock Cards! (Las primeras, antes que hubieran cosas como Fito Paez). Figuritas que se pegaban con cascola. ¡Cascola! ¡Eso sí que era Rock n' Roll!
Enseguida me invadió un sentimiento nostálgico que hizo que me levantara de un salto de la silla y me tomara la media hora de descanso para ir a comprar el álbum y cinco sobres de figuritas. Cinco sobres de una. Nunca me compré cinco sobres de una. Eso es una cosa de adulto.
Caminé dos cuadras hasta Millán bajo una lluvia fuerte (un detalle) con música épica de fondo (un invento) y me compré todo: el álbum y los cinco sobres. La mujer me atendió y le dije: "Dame el ábum del mundial y... cinco sobres". Se agachó a buscar un álbum. "Son para mi sobrino..." empecé a decir. "Andá a cagar, son para mí", y le di la plata. Me fui con mi álbum y mis sobres protegidos de la lluvia como si fuese un Mogwai, tentado a abrirlo en el camino. Tentado a olerlo, porque tengo ese fetiche con los libros, revistas y cuadernos (y ahora álbumes) nuevos.
Llegué de nuevo al trabajo. La mujer que estaba en el mostrador lo vió y me preguntó qué era. Le mostré, esta vez orgulloso. "Es el álbum del mundial", le dije, disimulando mi emoción, con cara de "yo que sé... sale cuarenta pesos".
- ¡Me encantan las figuritas! - dijo. No me sorprendí. Si alguien me podía decir eso era ella.
- ¿Ese es el álbum del mundial? Yo quiero comprarlo - dijo la otra administrativa desde el fondo.
- Compralo. Podemos cambiar figuritas después - le contesté yo.
Me dijo "sí". Pensé que capáz que había subestimado a mucha gente. Por otra parte entendí que las personas con hijos o nietos vieron renacer su amor a las figuritas a través de ellos, al igual que con los dibujos animados y pintar y todas esas cosas. Entendí que los adultos son adultos hasta que tienen que interactuar con niños, aunque después vuelvan a ser adultos. Y entendí también por qué a la gente le gustan los niños, por más que yo no les tenga mucha estima a la gran mayoría de ellos. Pensé que si el espíritu infantil no fuese tan reprimido podríamos precindir de los niños de una vez por todas y esta raza podría extinguirse tranquilamente con sus adultos mirando Tom y Jerry hasta el fin de los tiempos, y, más allá de lo que acababa de conseguir, este pensamiento fue el pico alto de mi día.
Llegué a casa y abrí los sobres. ¿Las figuritas eran más grandes antes o es que yo era más chico? O sea, sin contar las Rock Cards. Esas hijas de puta eran grandotas y de cartón. Te podían sacar un ojo si te la tiraban con suficiente puntería y odio. Lo que hacía perder un ojo por Axl Rose la forma más humillante de perder un ojo. Elijo pijaso a la cara cualquier día de la semana. Pero, ya sea por mis sobredesarrolladas manos o por la inflación, las figuritas parecían diminutas entre mis dedos. No le di bola. Las abrí y las trabajé cuidadosamente. Primero uniendo los estadios. Después junté las figuritas por equipo. Sólo después de hacer esto me di cuenta de que era un hombre adulto pegando figuritas. Cuando las fui a pegar fui por orden de páginas. Seguro que no era tan meticuloso de niño. Separé las láminas del papel y tardé unos segundos con cada una para que no quedara desfasada de su marco, cosa con la que iba siendo cada año más perfeccionista. Las figuritas de Alf y de Los Simpsons estaban pegadas como el reverendo ojete.
Mientras terminaba de pegarlas pensaba en que seguro que ni siquiera había una lista con los números para ir tachando las que ya tenías, cagándome, sin ni siquiera fijarme, en las nuevas generaciones. Cuando terminé de pegar todas me fijé y sí había una lista de números. Lejos de disculparme con el álbum me limité a pensar "bien" con un tono condescendiente, "Al fin hace algo bien esta generación de mierda", como si los álbumes fuesen hechos por niños.
lunes, 17 de diciembre de 2012
zzzzzzzzzzz
Hay trece mosquitos
aplastados en la pared de mi cuarto.
Hay también dos mosquitas,
dos insectos sin nombre,
víctimas civiles en el lugar equivocado
en el momento equivocado
con la persona equivocada llena de acertada rabia.
Las aplasté en un delirio,
en una catarsis violenta,
y ahora forman parte de mi pequeño museo de la muerte.
Tengo ronchas por todo el cuerpo,
tengo los ojos de piedra seca
y una canción que repite “zzzz zzzzzzz zzzzzzzzz zzzz”
y no me deja dormir,
un martes a las cuatro y media de la mañana.
No importa cuántos vasos de whisky aparezcan y
desaparezcan,
el zumbido infernal de las sangrientas alas me persigué
como un martillo
del tamaño de un tímpano,
que rompe un tímpano,
tímpano mental, plenamente mental.
Miro a la araña
en un rincón de mi cuarto.
- “Que buen trabajo estás haciendo” -
digo mirando su telaraña inútil.
“Yo con dos manos maté más mosquitos que vos con seis.”
La araña me mira.
Dieciséis veces me mira.
“¿Por qué tenías que arruinar toda esa comida?”
Ahora mira la pared.
“El museo de la muerte.
¿Qué no podés valorar el hambre en el arte?”
Salto de la cama y camino en silencio bordeando la pared.
Mi mano está abierta esperando.
Soy el ángel de la muerte,
Y el ángel de la muerte quiere dormir.
“Zzzzzzzzzz” es lo que quiero.
“Zzzzzzzzzz” es lo que recibo.
La guerra se pelea bajo el mismo himno,
Pero significa diferentes cosas.
Estoy estancado en un cliché
Y no tenía mayores intensiones que las de matar mosquitos
en mi cuarto,
y dormir tranquilo,
en un charco de sudor
como una persona civilizada.
jueves, 27 de septiembre de 2012
Mariposa Tecnicolor vs Muerte
-
Vamos a tener que hacerte una biopsia – dice la
dermatóloga cuando voy a verla por las manchas que me salieron hace unos meses
en la base de la espalda.
Recién estuve acostado en una
camilla mientras la doctora estudiaba mis manchas y me bajaba cada vez más los
pantalones. “Hey hey hey, no van hasta tan abajo”. Me sentí algo violado, en el
mal sentido. Entonces me siento y empieza la serie de preguntas que me hacen
ver como la peor clase de mierda del mundo.
-
¿Estudias?
-
No.
-
¿Trabajas?
-
No.
-
¿Drogas?
-
Sí. Marihuana… y alcohol. …y tabaco – decidí dejar
implícitas las cosas más pesadas.
-
¿Haces ejercicio?
-
No – contesto. Bueno… Ejercicio es una palabra
muy fuerte. ¿Qué es ejercicio en esta postmodernidad? – No, no, casi nada.
Nada.
Entonces me dice lo de la
biopsia. Teclea unas cosas en la computadora mientras dice “No sé qué nombre
ponerle”, como si se tratara de un perro. Perfecto, si hay algo reconfortante
en el mundo es que un doctor te encuentre algo que todavía no tiene nombre.
Capaz que se termina llamando Gonzo, como en “El doctor dice que tengo terrible
Gonzo en la espalda y me va a explotar cualquier día de estos”. Me dice que
tengo que sacarme sangre y lee en voz alta las cosas que tienen que buscar en
la sangre mientras las escribe en la computadora. Un montón de siglas que no
tengo idea qué son. IGE, FST, CNN, YMCA, VIH. (¡concha!). De repente deja de
ser todo bla bla bla.
-
Tenés que hacer 12 horas de ayuno – me dice.
Bien. Se hace -, y no podes tomar alcohol 24 horas antes.
Eso ya no me gustó.
Nunca necesite tanto el
alcohol como esta noche. Tengo que levantarme a las siete de la mañana y es
difícil cuando no podés dejar de pensar en biopsias y enfermedades. No puedo
evitar enderezarme y buscar en internet a ver si encuentro algo más de
información. Escribo los síntomas en el buscador. Manchas biopsia nosequé. Los
primeros resultados ya me hacen arrepentirme de toda la idea.
+ CANCER
+ ¿Cómo saber si tengo cáncer?
+ CANCER.ORG
+ TENESABUNDANTECANCER.COM
+ESTATODOBIEN.COM/MENTIRATENESABUNDANTECANCER
Cierro todo a la mierda. ¡Bien,
justo lo que necesitaba para dormir! Gracias internet. ¡Buenas noches!
Si sólo pudiese tomar un vino,
o un whisky, o un vino Y un whisky. Ahí podría ahogar todos mis pensamientos y caer
en un plácido coma hasta mañana. Pero no. Tengo que estar completamente de cara
con el cerebro haciéndome chistes como “estos síntomas sí que destacan seriamente.
¿Sacás? Desta-cancer-iamente”. Sí, sí, entendí. “Suerte que no fuiste a una
astróloga, te hubiera dicho directamente que eras Cáncer”. Sí, sí, andá a
dormir la puta que te parió. “Estas medias can-can ser muy apretadas, Jane”.
Eso siguió por horas. Me suena
el despertador después de dormir una hora, que se sintió como media hora. Casi
me olvido de mear en un frasco, lo cual hubiese hecho todo el sufrimiento de
ayer al pedo. Pero no, me acuerdo y encaro. Llego al lugar a sacarme sangre y
me entero que se me fue la moto con el ayuno.
-
¿Desde las 3 de la tarde de ayer que no comes? –
me pregunta. – Eso es demasiado. El ayuno tiene que ser máximo de 12 horas.
-
¿Hay un máximo?
-
Sí. Vení mañana.
-
¿No puedo tomar alcohol hoy tampoco?
-
No – me dice.
Grrrrr. Ya me veo el Delirium
Tremens viniendo a galope.
Me subo al bondi totalmente
fracasado y dormido. Atrás mío se sube un pibe con una guitarra que no tarda en
empezar a cantar a gritos Mariposa Tecnicolor. “Capaz que el cáncer no es tan
malo después de todo”, pienso.
lunes, 6 de agosto de 2012
Disney GIGANTE
-
Oh, disculpe. – dijo el primer señor al chocar
atropelladamente su carrito contra el pie de un segundo señor.
-
Despreocúpese – dijo el segundo, orden que el
primero obedeció sumisamente, despreocupándose.
Yo estaba
viendo una revista que tenían al costado de la caja. Era el comic Disney
Gigante. Me acuerdo de tener montones de esas revistas cuando era chico, y me
las devoraba como una máquina trituradora. Me vinieron a la mente mil
historias.
-
Debería recordarle que lo que usted posee ahí
parecen ser once unidades, cuando el cartel claramente dice que diez debería
ser el límite. – retomó el segundo hombre.
-
¿Pero con qué derecho y cara emprende usted lo osadía
y el descarado acto de mirar dentro de mis compras personales? – se quejó el
primero. – Haga el favor y manténgase pendiente de sus propias cuestiones.
-
Creo que todo el mundo tiene el deber, ¡no!, la
OBLIGACION moral de vigilar que las reglas están siendo cumplidas en todo
momento y por todos los individuos en el campo de visión de la persona que mira.
Y en cuanto a lo de sus, entre comillas, “compras personales” – aclaró el
segundo con la mímica de dos pares de orejas de conejo en el aire – usted todavía
no las ha intercambiado por su valor en dinero, y hasta que no haga dicha transacción,
sus compras personales son meros elementos públicos.
Después de decir esto, y para
ilustrar su punto, el segundo señor tomó una lata de arvejas del carrito del
primero y lo puso en el suyo propio. Ninguno pareció notar que la mujer de la
tapa de la revista de fisicoculturismo era igual a Joe Pesci.
-
¡Devuélvame inmediatamente eso! – exclamó el primero
y trató de tomarlo del carrito del segundo, pero éste se le interponía, duro
como una estatua, cortándole el acceso a unos agitados y débiles bracitos. – ¡No
sea bobo, hombre!
-
¡Mire, no se pase usted! No hay necesidad para
los insultos. Deje de actuar como un niño.
-
¡Lo insulto todo lo que quiero, cara de mono! ¡Ahora
devuelva lo que ha robado!
-
Fila – interrumpí yo. Los dos señores se
adelantaron unos pasos. El primero atropello con el carrito al segundo. Esta
vez no pareció ser un accidente. La cajera es una flaca que se parece al
perezoso de La Era de Hielo. Eso está mal.
-
¡Me ha chocado de vuelta! – saltó el hombre. - Dudo
de las probabilidades de que las dos veces hayan sido un accidente.
-
Devuélvame mis arvejas. – dijo calmado. – No quiero
tener que ponerme violento.
-
Con que quiere sus arvejas… - dijo el segundo
hombre. En este momento, y a causa de que las arvejas se encontraban
fuertemente atrapadas entre los dedos del hombre, la lata de arvejas se vio
obligada a colisionar violentamente contra el lado izquierdo de la cabeza de la
otra persona.
-
Oigan caballeros, no sé qué asuntos están
tratando de resolver acá pero quiero traer a consideración la injusticia de ser
involuntariamente sometido a formar parte de esta escena que están montando,
sin mencionar la chance de terminar abollado por disputas que francamente no me
conciernen.
La lata tenía un buen
argumento. Yo la escuché, porque no estaba ocupado doblándole el brazo a un
tipo, ni tratando de liberar mi brazo de un tipo que me lo está doblando, pero justo
las dos personas a las que iba destinado estaban forcejando, con la mente en
quién sabe qué.
Me compré la Disney Gigante al
final. Salía 40 pesos y me pareció que tenía cierto valor sentimental volver a
tener una. O sea, es una mierda ahora que la leí de grande, pero hay algo en
las hojas descoloridas, la paleta de colores opacos y el olor a casa de salud
del papel que hace que la vida de un hombre que fue sucesivamente golpeado con
una lata de arvejas no se haya perdido en vano.
viernes, 27 de julio de 2012
instrumentalmente
¿Puede el mundo llegar a ser un lugar donde reine la paz
y la armonía? No lo creo. Menos extremo incluso, ¿puede este mundo ser un lugar
BUENO? No lo creo. No mientras nosotros sigamos acá. Creo que estoy lejos de
ser un nihilista, es decir, CREO en cosas. Quizás necesite de una media hora si
me lo preguntás, pero sé que en algunas cosas creo y tengo fé. “CREO que soy
nihilista”, como le dijo el niño a la madre. ¡Ja! Creo, por ejemplo, en el
univero y en la naturaleza, que lo considero la misma cosa. Por ese par de
creencias no creo en un mundo diferente al que tenemos. Intentar cambiar el
mundo me parece tan ridículo ahora. Todos quieren cambiar el mundo y salvar al
mundo. “Obvio que solo no se puede, pero si todos ponemos nuestro granito de
arena…”. Si hay algo que aprendí de la historia de la humanidad es que nunca
tarda en llegar alguien que se caga en la arena del otro. Y eso parece ser la
minoría de la gente, pero cuando alguno lo hace, la mayoría de los otros piensan
“Ah, ¿se podía hacer eso?”. Más temprano que tarde alguien va a empezar a
venderte arena no cagada. “Ah, ¿se puede hacer eso?”. La verdad es que la
mayoría de gente que no hace cosas malas es porque es cobarde y se la está
tragando entera. Si mañana todo se va al carajo y la ciudad se vuelve caos, no
te sorprendas de ver a tu profesor de matemáticas desnudo y persiguiendo a un
perro con un Shinsu 2000. Cuando ese cometa esté a dos horas de chocar, va a
ser más la gente que este violando, asesinando, golpeando y haciendo cualquiera
que la gente ayudando a otra a destrancar la ficha del pinball. Miles y miles y
miles y un millón mil años de humanidad desembocaron en esto. Generación a
generación las cosas evolucionaron hacia hoy. Una sola bomba puede matar a
todos los artistas del mundo, sólo necesitás una muy buena Expo con una buena Performance. Y no es más que apretar un
botón, entre la vuelta del baño y la hora del almuerzo de algún vago mal pagado.
Esa es nuestra tecnología. Lo que quiero decir es que, hay una razón por la que
nuestro mundo está como está. Es lo que vinimos cultivando. No esperes sandías
si plantas mierda. Va a salir mierda y te la vas a tener que comer. Si no era
Hitler era Rogelio el dictador vegano asesino. Si tu mismo grupo de amigos
hubiese tenido esta edad en Frankfurt en el 40, estarían comiendo panchos con
el Führer y contándose chistes de gallegos. Creer en que la gente es
esencialmente buena me parece tan ridículo como creer en dios (cuando la
segunda es un argumento de la primera es cuando realmente no puedo evitar dejar
escapar un “jjjjja”). Si dios existe y realmente nos hizo a su imagen y
semejanza, quizás podría estar bueno dejar de tratar de convencernos de que en
esencia somos buenos y empezar a pensar en la otra opción, que dios es una
mierda de tipo. Supongo que la capacidad de razonar viene acompañada de pensar
que razonar es algo importante, o bueno, o especial. La única razón para asumir
que somos superiores al resto de los animales es porque entendemos lo que significa
“superiores” y “asumir”. Es el equivalente a sentirte mejor que Stephen Hawkins
porque sabés más que él del Grand Theft Auto. Si borramos todo del mapa y
hacemos que los humanos empiecen todo de cero, se van a estar matando y
torturando igual que ahora para cuando llegue el 2012. Todo sería prácticamente
igual. Capaz que no hay astrolabios porque Joseph Astrolabio creció para ser
una ardilla, pero seguro que estaríamos invadiendo otros países, matando gente
a hambre y buscando pornografía de niñas japonesas en internet. Somos malos por
naturaleza, y no es porque seamos de naturaleza mala, es sólo que cuando inventamos
los conceptos de bien y mal, y cuando dibujamos la línea entre las dos y
empezamos a tirar cada cosa para uno u otro lado, capáz que nos creímos mejores
criaturas de lo que realmente somos y tiramos demasiados instintos básicos para
el lado que no era. Después inventamos leyes en base a esto y después
inventamos policías y les dimos sus propios palos, creando los “males
necesarios”. Si hubiésemos admitido desde un principio “me quiero coger a la
esposa de este, quiero matar al pelotudo de aquel otro”, la vida sería más intensa,
emocionante y verdadera.
No somos malos para una tortuga cuando le arrancamos las
patas. Piensa “ay, me arrancaron las patas, duele y no sé cómo hacer para
moverme”, seguro que no piensa “qué mala leche ese tipo”. Tampoco piensa mejor
de vos el león que acabas de liberar de su horrible jaula. “Rico” piensa como
mucho mientras usa una ramita como escarvadientes. No hay infierno para los
leones ni paraíso para los koalas de la misma manera que no los hay para las
personas. La idea de distinguir entre el bien y el mal, y la voluntad y razón
para elegir entre actuar en base a una u otra, no debería cambiar nada de lo
que pase en la muerte. Después de todo, los animales no conocen bien ni mal y
sería injusto que sean enviados al cielo o al infierno por algo que no pueden
controlar. Lo único que nos diferencia de ellos es el cerebro, pero eso queda
adentro del paquete cuando nos vamos, y tratá de explicarle a un ente de luz
descerebrado todas las veces que mintió. Además, ¿qué es bien o mal a los ojos
de cualquier cosa que no seamos nosotros? Capáz que sí existe un infierno y
terminás ahí por no haberle pegado en la cabeza con rocas a suficiente gente.
Me imagino llegando al cielo y que dios me pregunte “¿por qué nunca te cogiste
a esa vecina tetona que tenías?”, “no me daba bola” le contestaría yo, “la
hubieses obligado” me diría, “para algo hice a los hombres más fuertes”. Y no
entraría al cielo por no haber aprovechado el “Vale por una violación” que dios
me había dado al nacer. Pero no creo que eso pase porque dios no existe.
Me gusta imaginarme a dios como un viejo extravagante que
abusa de la confianza de angelitos pre-púber. Seguro que se viste de cardenal y
ellos de monaguillos. Ya sabén, para que la rutina no mate la pasión. No me
sorprendería, viniendo de alguien que se cogió a su propia madre. Sí. Dios. Se
cogió a su madre.
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